Salían como polvitos de purpurina que le caían en los ojos, pesándoles los párpados por aquella canción que él cantaba. Y en lenta retirada de una pelea que nunca acaba se fue rindiendo cayendo en silencio en la cama, como cae un boxeador en la esquina de un ring Entrando en un sueño profundo y sereno olvidando las batallas todavía no libradas, sin nadie con una toalla que le seque la cara como duerme un niño pequeño se puso a dormir.
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