lunes, 19 de octubre de 2009

melancoholia

Vivía en sombras.Un angosto pasillo conducía a un comedor que hacia las veces de cocina,biblioteca y oficina.De camino se podía entrever un dormitorio modesto sin ventanas.Aquello era todo.El resto de la vivienda reducía a un baño minúsculo, por que el penetraban toda suerte de aromas,desde olores de las cocinas del bar de abajo al aliento de cañerías y tuberías que rondaban el siglo.Aquella casa yacía perpetua penumbra, un balcón de oscuridades sostenido entre muros despintados.Olia a tabaco negro, a frío y sobre todo a ausencias.Me observaba con su mirada quebrada mientras yo fingía no reparar en lo precario y melancólica vivienda.
Mientras preparaba y me ofrecía café, mire a alrededor su escritorio cubierto de folios meticulosa mente ordenado y uno a medio hacer, que de seguro interrumpió mi llegada.En su pared posaba una estantería repleta de libros y una pequeña radio en la que se podía escuchar minimamente un tango de nombre los mareados a lado de unas botellas de whisky y ginebra semivacias y otra por destapar.No había fotos de familia ni de personas tan solo extrañamente pegados en la pared nombres escritos a mano y fotos de ciudades y postales que quizás habría visitado.
Mi intriga por saber quienes eran aquellos nombres pudo menos que mi prudencia y nerviosismo de tan desolada persona, pero al que ella parecía no importarle acostumbrada ya seguramente.Aunque a mi juicio pensaba que hasta ahora nadie se acostumbraba a vivir solo.
Hablando de trivialidades intrascendentes que a mi parecer poco importaba y solo bastaba mi modesta visita insignificante, que lo era tanto para ella.Hablando de lo que nos depara la vida trunca y lo que cambian y habían cambiado las cosas.
Alcabo de unas horas al despedirme inevitablemente, su sonrisa que deslumbraba su pálido rostro en las pocas horas de mi estancia se apagaba y su mirada serena de abandono agradecían mi visita como a su vez apenaba mi marcha.Tanta impotencia contenida me quemaba pero mi tren estaba ya al partir.Me despedi como se despiden los que van a la guerra y me marche con un peso en mi pecho en ves de en mi espalda.
Sentado ya en el tren escuché a un mendigo guitarrista haciendo honores a Mercedes Sosa de su todo cambia, atónito llegándome al alma cuya letra partió el tren perdiéndose aquel pueblo entre la niebla y lejanía.





un "fragmento" de: Sombras del viento

1 comentario:

  1. me gusta venir, acá se escucha buena música y se leen buenas historias.

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