Salían como
polvitos de purpurina
que le
caían en los ojos,
pesándoles los
párpados
por aquella canción que él cantaba.
Y en lenta retirada de una pelea
que nunca acaba se fue rindiendo
cayendo en silencio en la cama, como cae un boxeador
en la esquina de un
ring
Entrando en un sueño profundo y sereno
olvidando las batallas
todavía no libradas,
sin nadie con una toalla que le seque la cara
como duerme un niño pequeño
se puso a dormir.
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